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Cada 14 días, un idioma desaparece en alguna parte del mundo. Detrás de cada uno, se apaga también una visión única del universo, formas de entender la vida, leyendas milenarias, rituales, canciones, conocimientos ancestrales… ¿Te imaginas un mundo donde solo se hablen 10 idiomas? Puede sonar extremo, pero muchos lingüistas aseguran que, si no actuamos pronto, esta será nuestra realidad.

🗺️ Lenguas que desaparecen… y nadie se entera

En regiones de Asia, África y América Latina, decenas de lenguas originarias se están extinguiendo. En México, por ejemplo, el ayapaneco es hablado solo por dos ancianos que ya no se hablan entre sí. En Australia, el warlpiri se mezcla con el inglés, perdiendo su estructura original. En Brasil, algunos pueblos amazónicos ya no pueden transmitir su lengua porque las nuevas generaciones han migrado a las ciudades.

🧬 Más que palabras: una forma de ver el mundo

Cada idioma encierra una forma particular de ver la naturaleza, el tiempo, el cuerpo humano, la muerte, la alegría. Hay lenguas sin tiempos verbales, otras que no usan números, otras que no tienen palabra para “poseer”. Al perderlas, no solo perdemos una herramienta de comunicación, sino un legado cultural irremplazable.

📱 ¿La tecnología puede salvar los idiomas?

Curiosamente, los mismos avances que han contribuido a la homogeneización cultural también podrían ser la clave para preservar estos tesoros. Hay apps que enseñan lenguas originarias, archivos digitales de audio, plataformas colaborativas donde comunidades indígenas registran sus cantos, palabras y relatos. En Nueva Zelanda, por ejemplo, el idioma maorí ha sido revitalizado gracias a series animadas, videojuegos y redes sociales.

🌎 Una responsabilidad colectiva

No se trata solo de proteger lo que “les pertenece” a ciertas comunidades. La diversidad lingüística es patrimonio de toda la humanidad. Así como cuidamos la fauna, la música o el arte, también deberíamos cuidar los idiomas. Cada palabra que se salva, es un fragmento de historia que sigue viva.


Conclusión: La lucha por preservar los idiomas en peligro no es una causa perdida, pero sí urgente. Escuchar, aprender, compartir y valorar las lenguas que aún existen puede ser nuestro pequeño gran aporte a un mundo más rico, diverso y humano.